Como un vendedor ambulante
trae hasta mí
trae hasta mí
su oferta
sigilosa,
el diablo
el diablo
con sus espinas
de espanto
y goce
y goce
escondidas en los pliegues
del día,
inyectando
su savia incesante.
Cansado de sus
golpes
en la puerta,
al fin, decidí
acomodarlo
en la estantería
de mis torpezas.
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